El pasado 16 de marzo, la periodista Tamara de Anda incendió las redes sociales tras haber denunciado al taxista que le lanzó un piropo en la vía pública. Se detuvo en seco (como muchas otras veces) y enfrentó al hombre que la llamó “guapa”. Le comentó que su acción era merecedora de una falta administrativa. No recibió una disculpa, sino una carcajada.
Este es el caso de muchas mujeres que se sienten amenazadas y recurren a la justicia. Tamara acudió al Ministerio Público a ejercer su derecho, sin embargo,con su denuncia llegaron una serie de señalamientos en el mundo virtual. La acusaron de exagerada, clasista e incongruente. En muchos foros se discutía la gravedad del acoso, o si debería ser clasificado como tal. La violencia había sido sometida a la votación popular.
La experiencia diaria de ser mujer incluye una carga importante de agresiones. Según hallazgos del más reciente Estudio de Opinión sobre Violencia Comunitaria de los 8 Municipios en Alerta de Violencia Contra las Mujeres, realizado por el Instituto Jalisciense de la Mujer, el 71% de las encuestadas tiene miedo de caminar por las calles. Los lotes baldíos, las paradas de camión y los parques también fueron reconocidos como sitios de peligro. Siete de cada diez mujeres creen que el lugar donde corren más peligro es en su propia casa. Mencionan que el ataque más frecuente son los insultos, seguido por los golpes y las humillaciones. La mayoría de las encuestadas considera que el acoso es algo común, sin embargo, prefieren no solicitar el apoyo de las autoridades.
El ambiente en el que vivimos nos ha hecho pensar que una palabra, una insinuación o un tocamiento son cosa menor. Nuestras familiares y amigas nos recomiendan olvidar estos hechos y a asumir que continuarán pasando. Nos callamos, aun cuando sentimos afectada la propia dignidad.
Para romper un círculo vicioso hay que poner incómodo al sistema, es decir, al gobierno, a la iniciativa privada, a la sociedad misma que participa como espectadora. Tamara nos demostró que ninguna forma de violencia es lo bastante pequeña, ni tiene por qué aceptarse. No existe razón para dejar de hacer valer leyes que ya existen y que, bajo ninguna circunstancia, deberían entenderse como un chiste.
Con este hecho hemos recibido valiosas enseñanzas: es posible pasar de la queja a la acción. No tenemos por qué minimizar lo que nos incomoda o nos hiere, sin importar lo que digan los demás. Pero sobre todo, que el acoso, en todas sus presentaciones, puede (y debe) tener consecuencias.
*Los textos de la Nebulosa del Cangrejo son contenido original de Anabel Casillas (Twitter: @DimeChascona)
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