Ya. Lo dije. No podía seguir escuchando con una indiferencia fingida a todos los que ven en la nueva propuesta de Guillermo del Toro una genialidad indiscutible. Sí, la fotografía y el diseño de arte son casi un poema. Cierto, las escenas bajo el agua tienen un halo de magia y la propuesta sonora no tiene desperdicio. Y sí, también es necesario contar historias sobre la manera en la que marginamos a “los otros” y lo urgente que es sentir empatía por los demás. Pero el guión me pareció soso y predecible. Una historia de amor cuya principal virtud es incluir un anfibio. La Bella y la Bestia, pero sin derecho a la transformación.
Guillermo del Toro es uno de los directores que mejor sabe contar historias fantásticas. Muy pocos pueden manejar con maestría un sinfín de monstruos casi mitológicos, desde su creación hasta sus motivaciones. Por eso esperaba algo fuera de lo común, pero no: recibí una historia de princesas.
Pensé que en algún momento la historia daría un giro en el reino submarino. Eso fue lo que nos prometieron en el principio de la película, ¿no? ¡Pues no! El romance terminó con el beso de amor que asegura un “y vivieron felices para siempre”.
Me gustó más El laberinto del Fauno.
Esa sí es una fantasía fuera de lo común que logra helarle la sangre a cualquiera. Valga decir que esta película tiene los mismos ingredientes que La forma del agua: criaturas extrañas, humanos monstruosos, un diseño de arte magnífico y un guión que retrata a dos mundos que se tocan. La diferencia es que en El Laberinto del Fauno queda muy clara la premisa: Alicia va y viene a un mundo fantástico, pero en ambos lados del espejo encuentra diferentes formas de la maldad. Lo demás es un viaje lleno de sorpresas con un final incierto. ¿Quién sueña a quién? ¿Es Alicia quien imagina al rey rojo? ¿O el Rey rojo tiene el sueño ligero y más le valdría a Alicia andar de puntitas? El laberinto debería ser considerado la verdadera obra maestra de Del Toro.
Pero, ¿cuál es la historia que el director quiere contar en La forma del agua? Si es una historia de amor, se quedó apenas en la superficie. Si es una historia sobre la marginación, se diluyó entre varios personajes: negros, homosexuales, discapacitados. Todos y a la vez ninguno. Si es una historia que llama a hacer conciencia respecto a la forma en la que nos relacionamos con otras especies, se parece más a una caricatura que a una reflexión.
Me sorprendió el contraste entre los detalles significativos y los que eran absurdos. Por ejemplo, que Richard Strickland le impida a su esposa hablar durante la escena romántica es suficiente para saber que tiene una fantasía con Elisa. Sin embargo, la analogía de Sansón a la que dedican tanto tiempo no tiene sentido: ni “Dios” perdona a “Sansón”, ni éste último logra su venganza en el templo. Otro detalle: el monstruo se la pasa ahogándose y sufriendo por falta de agua salada, pero puede olvidarlo a cambio de un poco de sexo en la regadera (hay prioridades, pues).
La impresión con la que me quedo es que esta película se trata de cumplir la fantasía secreta de Guillermo Del Toro. No lo culpo. Su trayectoria le da la licencia poética de tener los finales que desee. Pero no puedo evitar hacer una última pregunta: ¿el éxito es del director o de la historia?
*Los textos de la Nebulosa del Cangrejo son contenido original de Anabel Casillas (Twitter: @DimeChascona)
Lupita
February 2, 2018No he visto las otras películas de Guillermo del Toro.
Esta me gustó, y si reconozco es un cuento de hadas.
Tendré que ver sus otras películas. Gracias por tus comentarios.