I
Esperó hasta dar el primer sorbo de café para enviar el mensaje. Luego, se quedó mirando la pantalla encendida del celular con los ojos muy fijos y la respiración contenida. Deseaba que él estuviera alerta, dispuesto a contestar inmediatamente. Escribió unas cuantas líneas torpes de algo que le sonaba a poesía y que, según sus cálculos, alcanzarían para interrumpirle a aquel su recién adquirida rutina. Ni siquiera tenía una explicación lógica de por qué lo hacía. Era su manera de recordarlo, siempre en el mismo lugar. Ya era costumbre solicitar una mesa sin esperanza de compañía, fingir que leía el menú que sabía de memoria y ordenar siempre lo mismo, aunque tanto ella- como el joven mesero- conocían el orden exacto, casi cronometrado, de la comanda en cuestión.
Tamara pidió una orden de churros (con todo y el extra de lechera). Esa tarde sería una mujer ajena a los remordimientos. De todos modos ya era suficiente pesadilla darse cuenta que la historia de su vida se le repetía en forma de círculos interminables. Las calorías le asustaban muy poco cuando se trataba de reconocer que su vida amorosa era un laberinto que conducía exactamente al mismo lugar.
Lo suyo tenía que ser una brujería. No había otra explicación posible para que sus últimas cuatro relaciones terminaran en matrimonio, pero no con ella. Tamara había encontrado formas de enterarse de estas cosas y permanecer inexpresiva. Incólume, a no ser por ese tic del ojo saltarín y punzante. Para la cuarta vez que te enteras que tu ex es feliz con alguien más, terminas por asumir el trauma con cierto cinismo. Muerta por dentro, pero de pie como todas esas metáforas que repite la gente. Ella los dejaba listos para casarse. Fin de la historia.
Si bien era cierto que en muchas ocasiones había sido ella quien los había rechazado, Tamara no sabía si interpretar la curiosa coincidencia como el resultado de sus negativas o, por el contrario, sentirse satisfecha de haberles enseñado una versión tan buena de sí mismos, que se volvían súbitamente candidatos al título de maridos de primera.
Más le valdría ofrecer sus servicios. Inspeccionó las mesas a su alrededor y descubrió una pareja que se daba la mano tímidamente en la esquina. Imaginó la escena: “Amiga, se te va el tren, pero ¿él le teme al compromiso? Déjamelo tres citas y verás como regresa a tu puerta con todo y anillo”. Era tan efectiva, que al menos seguiría sola, pero no pobre. Muchas veces había escuchado eso de que Dios no ahorca, o lo de que si la puerta se cierra, luego se abre la ventana, y demás refranes en los que quería creer. Porque las maldiciones, por más malditas que sean, no vienen en combo, ¿o sí?
Paseó los dedos sobre los restos de la azúcar en el plato. Miró la pantalla una vez más, pero él no había leído su mensaje. Pidió otro café. Hizo un ejercicio de memoria y regresó a la primera vez que esto le había pasado. No se levantaría de esa silla hasta tener una revelación.
Novia escalón es una historia por entregas que se publica en la revista Sucede de Guadalajara. Cada semana un nuevo capítulo. Las ilustraciones de la publicación corren a cargo de Dulce Idalmi Macías (Twitter: @SoyIdalmi), diseñadora especialista en el área editorial: malabarista creativa y lectora.
*Los textos de la Nebulosa del Cangrejo son contenido original de Anabel Casillas (Twitter: @DimeChascona)
Lupita
October 26, 2018Anabel:
Me Gusta tu forma de escribir. Puede uno ver a las personas, sus gestos, sentir sus emociones…
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Gracias