Me fascina descubrir lo que pasa al interior de las casas. A la menor provocación me quedo quieta para observar con cuidado los detalles de las ventanas abiertas que se me cruzan en el camino. Yo lo llamo “fiebre de escritora”, que me parece mejor que decir que soy una mirona.
Hoy vi 3 ventanas que me gustaron. Lo malo es que no sé dibujar, ni siquiera un poco. Pero sé escribir. Y así es como retrato el mundo.
I
La primera ventana tenía una luz cálida. Era una estancia desordenada y empequeñecida a causa de un librero que lo abarcaba todo. El polvo se arremolinaba sobre la superficie de una alfombra muy vieja, quizás heredada de generación en generación. Había periódicos, fotografías, un teléfono sin fuerzas para sonar. Los libros parecían derramarse con el desparpajo de las lluvias fuera de temporada.
Desde lejos sentí el perfume inconfundible de las páginas amarillentas.
II
Los dueños de la segunda ventana colgaron macetas alrededor del marco. Una decena de plantas estiraban sus ramas para saludar a los transeúntes: violetas, calateas, helechos de interior. La mesa sigue puesta. Alguien debe tener remordimiento por haber permitido que se enfriara la comida. Los cubiertos parecen nunca haber sido tocados.
Lo último que vi fue a un hombre de espaldas que apagaba la luz de la cocina.
III
En la tercera ventana descubrí una atmósfera violácea. La habitación está desierta, pero hay una serie de fotografías recién reveladas que penden de un hilo. Intento mirar las imágenes, pero sólo sé que son en blanco y negro. ¿Qué obsesiona a esa persona que captura el tiempo?
Imagino papalotes y muchachas sonriendo.
*Los textos de la Nebulosa del Cangrejo son contenido original de Anabel Casillas (Twitter: @DimeChascona).
Lupita
December 12, 2018¡Gracias Anabel!
Sigue escribiendo, por favor.