A veces, con el litoral a cuestas, en tu silueta se destilan besos de sal y viento en los que nadie se regocija.

No te conoce quien te mira. Por eso vas así, solitaria, manteniendo anónima la estrella que te brilla intermitente al interior del pecho.

Caracola absurda. Campana despeinada. ¿Quién eres tú, la de los pies de espuma?

De pronto abandonas el mar con tu cuerpo insultado. Altiva princesa. Silenciosa esfinge. Abres tus brazos azules esperando fundirte con el espasmo constante de las olas.

Poco a poco te tornas bella y enojada. Sueltas tus cabellos tejidos por suave ingenuidad de niña.

Sólo entonces te dejas llevar.

Te invade la poesía de lo que siempre quisiste ser.