V
Después de haberla visto tantas veces en el mismo sitio, el mesero ya se sentía cómplice de las desgracias de Tamara. Depositó el plato de churros frente a ella sin decir una sola palabra y luego le dedicó una mirada compasiva. Tamara le parecía bonita. Nunca entendería por qué las mujeres bonitas tenían tantos problemas en el amor. No era la primera que batallaba con eso, es más, hasta se atrevió a pensar que en estos tiempos era cada vez más frecuente. A él tampoco le había ido tan bien. Quizás por eso la entendía. Hay una especie de solidaridad silenciosa entre quienes no dan una en cuestiones del corazón. “Avísame si quieres algo más”, le dijo. Luego se dio la vuelta lentamente.
Tamara no le prestó atención. Dos palomitas azules en la pantalla le indicaron que él había visto su mensaje. Su ansiedad iba en aumento cada que abría la ventana y leía que su ex novio estaba “en línea”. ¿Y qué quería que le contestara? De todos los hombres de su vida, este era del que había huido con más ganas. Por sus regalos excesivos, sus llamadas incesantes. Sus discursos que le sonaban falsos, -ensayados desde la infancia. En resumidas cuentas, Tamara lo despachó por intenso. Ahora quería hablar con él, aunque no tenía claro qué esperaba. ¿Qué podía decirle si al final iba a casarse con alguien más? Sin duda era enfermo, pensó, querer tener la seguridad de que siempre podía volverlo a encontrar.
Miró el plato de churros frente a ella. En otra ocasión se hubiera lanzado como una leona sobre su ñu, pero esta vez no lo tocó. Había algo importante que reconocer antes de hacer lo que siempre hacía. Se había prometido a sí misma no levantarse de su asiento hasta tener una revelación. Y cumplió su promesa.
Digerir es tragar. Transformar los contenidos en nutrientes. Asimilar. Desechar lo que no sirve. Volver a empezar.Vivir. Un proceso natural que los seres humanos no intentan controlar. Ahí estaba Tamara, con su taza de café frío, tratando de convencerse de que en el amor debía ser distinto. Aferrada a la bien conocida indigestión a la que no sabía renunciar por haberse convertido en parte de su día a día.
Arrastró el plato. Lo acomodó con una determinación propia de un guerrero feroz. Fue invocando a cada uno de sus grandes amores con la convicción de que al reunir a sus fantasmas, podría al fin pasárselos. Rodrigo, Gustavo, Luis, Alejandro. Los nombró como en un conjuro. Los tragó para buscarles un sitio en sus entrañas donde ya no estorbaran. Digerir. Aprovechar el entendimiento que le habían dado, sobre sí misma y sobre los otros. Tragar. Uno por uno se iban despidiendo de esa Tamara que ya no era la misma por decisión propia. Asimilar. El vacío se fue aminorando. Ya no importaba si le contestaba el mensaje. Alejandro y todos los otros tenían derecho a hacer con su vida lo que mejor les pareciera, como ella que había tomado una decisión. Desechar sus miedos, inseguridades, complejos de abandono.
Volver a empezar con los novios que tuvieran que ser. Vivir. ¡Vivir!
Esa tarde ella no pidió otra orden (ni siquiera para llevar).
Tamara estaba satisfecha.
Novia escalón es una historia por entregas que se publica en la revista Sucede de Guadalajara. Cada semana un nuevo capítulo. Las ilustraciones de la publicación corren a cargo de Dulce Idalmi Macías (Twitter: @SoyIdalmi), diseñadora especialista en el área editorial: malabarista creativa y lectora.
*Los textos de la Nebulosa del Cangrejo son contenido original de Anabel Casillas (Twitter: @DimeChascona)