Nunca me habían interesado los animes, hasta que me di cuenta que la joya no eran las caricaturas, sino su forma de contar historias. Netflix ha puesto al alcance de mi mano una oferta hasta el momento desconocida. Así fue como di con El piano del Bosque, una creación de Makoto Isshiki que la famosa plataforma presentó a finales del año pasado.
Shuuhei Amamiya ha pasado demasiado tiempo obsesionado con derrotar a Kai Ichinose, un amigo de la escuela que- sin pretenderlo- se ha convertido en su rival al piano. Kai ni siquiera lo ha notado: hay otras cosas que ocupan sus días como sobrevivir a la escuela, o a las labores que le restan en la casa de citas en la que vive con su mamá. Y claro, el viejo piano del bosque: su mayor alivio. Un piano tan mágico que no emite sonidos, excepto cuando Kai se sienta frente a él.

Ambos niños no podrían ser más distintos. Shuuhei proviene de una familia privilegiada y no ha pasado un solo día sin recibir lecciones de piano. Kai vive en los suburbios y aprieta las teclas llevado casi por una intuición divina que sorprende a todo aquel que lo escucha. Aun así sus destinos han quedado inevitablemente ligados. Shuuhei fue quien descubrió el talento nato de su amigo. Desde entonces, vive con la zozobra de no ser el mejor pianista por más que se esfuerce en mejorar su técnica. (“Debes encontrar tu propio estilo”, le reclamarán sus distintos profesores). ¿Qué es encontrar tu propio estilo? ¿Podría ser que su talento estuviera en duda? Bastaron unos segundos para que Shuuhei supiera que sólo sería el mejor pianista del mundo si vencía a aquel que, sin saber leer una partitura, conmovía más que él.
Kai, en cambio, es un pianista silvestre que no desea siquiera abandonar su barrio. Tras la insistencia del profesor Ajino, un músico retirado que encuentra en el niño una forma de reivindicarse, comienza a aprender. Persiste para ponerle un método a aquello que hace de corazón. Hasta aquí la historia me había parecido excelente y resumí que hablaba del talento. Quizás el verdadero virtuosismo viene de distintos caminos, pero siempre guiado por una voluntad férrea.
Sin embargo, la historia continúa. Shuuhei y Kai se vuelven dos jóvenes pianistas que coinciden en una de las competencias más importantes del mundo. Shuuhei sigue atormentado por encontrarse con quien cree que es el culpable de su anticipada derrota. Ha llegado hasta ese punto sólo para demostrar que puede dejar fuera a Kai Ichinose. Pero Kai lo admira. Encuentra en Shuuhei una fuente de inspiración, una amistad. “No soy el enemigo”, le reclamará apenas pueda. “El enemigo está dentro de ti”. Y eso es, Shuuhei pelea con su propia sombra. Kai tiene claro que se enfrenta a sí mismo.

El piano del Bosque nos hace cómplices del camino de dos héroes con el mismo propósito: ganar su libertad. Darle un cauce al talento que les permite ser ellos mismos. Tener un lugar en su propia historia.
Este anime me parece una reflexión necesaria para los soñadores, porque lo que pocos nos dicen es que la vocación artística está plagada de frustraciones. Hay días que sentimos que tal vez no somos tan buenos como creíamos, o que la meta está muy lejos, o que hay una persona allá afuera que nos impide lo que tanto anhelamos. Existe el autosabotaje. Existen las ganas de reinventar pretextos que justifiquen las ganas de tirar la toalla. En todo esto hay algo reconfortante: saber que la mayoría de los talentos prodigios son en realidad personas que han trabajado mucho para llegar hasta ahí. No es solamente cuestión de dones, sino de paciencia, humildad y muchas horas dedicadas a mejorar.
Y sin embargo hay un motivo para seguir intentando: el piano del bosque (lo que sea que eso signifique para cada quien). El sitio al que regresamos una y otra vez en busca de inspiración. El oasis en el que de pronto ya no estamos perdidos y recordamos que todo tiene un propósito. Ahí donde suenan esas canciones conocidas. Donde somos auténticamente felices.
*Los textos de la Nebulosa del Cangrejo son contenido original de Anabel Casillas (Twitter: @DimeChascona).
Nelly
January 11, 2019Excelente reflexión ☺️ totalmente de acuerdo, siempre hay un pretexto que nos mantiene muy sentados en nuestra zona de confort, en nuestra suave burbuja protectora 😪; siempre es más fácil culpar a otros de nuestros “fracasos” que tomar las acciones que nos saquen brillo 😎.